La casa suele ser el símbolo de la familia, de la seguridad, de ese hogar al que muchas veces se quiere regresar, pero en La mansión, novela del alemán Hans Joachim Schädlich (Reichenbach, 1935), la casa se vuelve una alegoría de la Alemania nazi, desde la promesa de esplendor inicial hasta su caída estrepitosa. Así lo define Verónica Boix, quien escribió la siguiente reseña para el Diario La Nación:   Sábado 7 de enero de 2023 00:03   El matrimonio de Hans y Elizabeth Kramer parece vivir de modo idílico con sus cuatro hijos. Hans expande el negocio familiar y compra la mansión de sus sueños en un próspero pueblo alemán. Aún así, el doblez está a la vista desde el comienzo, Elizabeth no quería casarse, sino terminar sus estudios y conocer el mundo, pero quedó embarazada. Hans renegó de su origen judío y se convirtió por convicción en un nazi acérrimo. La oscuridad de ese origen queda solapada por un modo de vivir que los muestra frente a los otros como el modelo aspiracional de la pareja perfecta. Los chicos crecen, van a la escuela, la mansión se restaura mientras la vida privada tiene una solidez que se ve conmocionada de manera creciente por el avance de la guerra. A pesar de la esperanza que circula en el comienzo, el matrimonio siente miedo por el porvenir, un miedo que escala de manera drástica cuando Alemania invade Rusia. La novela no expone la violencia y el horror. La prosa, por el contrario, tiene una cualidad ascética, casi metálica: funciona como la contracara de las obras sobre el Holocausto. La intimidad familiar y la historia alemana se condensan en escenas breves. La trama avanza con datos sobre los personajes sin adornos, sin reflexión, con una emocionalidad que el lector puede adivinar, pero nunca se enuncia. La precisa traducción de Gabriela Adamo diluye la distancia entre las lenguas y permite entrar en la vida de los Kramer como si el lector fuera un vecino más. A pesar de que todo parece expuesto a la luz del día, la infelicidad circula de manera muda entre las paredes de la mansión. La familia escala de posición y es respetada por la gente, pero puertas adentro padece una forma silenciosa de traición. De a poco el sueño de una vida feliz se vuelve pesadilla: se suman la amenaza de los bombardeos, el agravamiento de la enfermedad cardíaca de Hans, el avance de los Aliados. Uno de los aciertos de Schädlich es la posición neutral que elige para su narrador. Lo dota de un halo de objetividad que provoca efectos perturbadores, al generar una cierta ingenuidad en la posición nazi de la esposa y los hijos, que siguen la línea ideológica del padre, sin crítica ni cuestionamiento, y recién al final de la guerra se percatan de las atrocidades cometidas por el régimen. De ese modo, la derrota se une al desconcierto y expone, sin justificarlos, algunos de los factores que sostuvieron de manera inaudita la abominación del nazismo.